“Siempre damos gracias a Dios por ustedes, cuando los recordamos en nuestras oraciones, y sin cesar tenemos presente delante de Dios, nuestro Padre, cómo ustedes han manifestado su fe con obras, su amor con fatigas y su esperanza en nuestro Señor Jesucristo con una firme constancia.

Sabemos, hermanos amados por Dios, que ustedes han sido elegidos…y recibieron la Palabra en medio de muchas dificultades, con la alegría que da el Espíritu Santo. Así llegaron a ser un modelo para todos los creyentes…” (1 Tes, 2-4.6-7).

Estas palabras  de Pablo a los hermanos de la comunidad de Tesalónica expresan apropiadamente lo que nos surge del corazón hacia María José y Juan Manuel Ojea Quintana, especialmente hoy, ante su alejamiento del servicio brindado durante estos últimos años desde la presidencia del Secretariado Nacional para la Familia. Siempre daremos gracias a Dios por ellos recordándolos con cariño y alegría en nuestras oraciones. Tenemos presente, frente al Padre celestial, su entrega, sus gestos de acogimiento, su escucha y comprensión, su fe firme, su amor sincero, su preocupación por descubrir y seguir las inspiraciones del  Espíritu Santo para orientar el servicio eclesial a las familias de nuestro país. Recordamos también sus esfuerzos y fatigas en la conducción del Secretariado, en la tarea de acompañamiento de las áreas, en la preparación y el desarrollo de las Juntas Nacionales, encuentros regionales y reuniones, buscando constantemente la unidad y la comunión.

Sabemos, como dice la carta paulina, que María José y Juan Manuel son muy amados por Dios quien los eligió  para ser sus discípulos y servidores entre los hombres. Le agradecemos al Señor esta elección y también a ellos por haber dado su sí, recibiendo y anunciando la Palabra de Verdad, aún en medio de muchas dificultades y contrariedades de la vida, con la alegría que da el Espíritu Santo. Reconocemos que son, por ello, un modelo de creyentes que invita a muchos a querer elegir el mismo estilo de vida que aceptaron transitar como discípulos, como matrimonio y como familia.

Va para ellos nuestro cariño, nuestra oración y nuestro más sincero agradecimiento.

Los tiempos institucionales culminan pero los afectos y los vínculos personales perduran para siempre. Queridos María José y Juan Manuel, seguiremos contando con ustedes. Que Dios los bendiga.