(Fuente: RioNegro.com) Hay que medir periódicamente la talla, el peso y el contorno de la cabeza. En el curso del primer año de vida es necesario cumplir con esta rutina todos los meses. Luego los chequeos pasan a ser trimestrales, y finalmente semestrales. Cuando los chicos son más grandes hay que determinar si se encuentran cursando la pubertad y en que estadío.

De acuerdo con las recomendaciones de los médicos pediatras, durante los controles realizados en la infancia es fundamental cumplir con tres medidas fundamentales que permiten detectar anomalías o trastornos de crecimiento.

Concretamente la medición de la altura, el peso y el perímetro cefálico o contorno de la cabeza permiten evaluar si existe alguna anomalía, y en caso afirmativo iniciar el tratamiento que corresponda.

No obstante, tal como afirman los especialistas, en muchas ocasiones estas medidas preventivas no se realizan, con lo cual se pierde la posibilidad de tratar ciertos trastornos asociados al crecimiento que podrían tener resolución.

La medición de la talla debe realizarse siempre en el marco de los controles pediátricos

«El diagnóstico tardío de los trastornos del crecimiento es el principal problema con el que lidiamos a diario. Esta demora genera, básicamente, que cuando el niño y su familia llegan a la consulta con el especialista el cuadro está muy avanzado. En muchos casos esa situación nos dificulta la compensación total del déficit», refirió al ser consultado por PRO-SALUD News el doctor Ignacio Bergadá, médico pediatra endocrinólogo, jefe de la división de Endocrinología del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez.

El especialista también especificó que la mejor opción para detectar precozmente trastornos del crecimiento está dada por la posibilidad de realizar, en el marco del control pediátrico de rutina, la medición de la talla y el peso del niño, comparándolo con el patrón de normalidad correspondiente.

En el caso de la talla, la estatura baja indica la presencia de trastornos óseos, enfermedades crónicas (cardiopatía congénita, nefropatía, asma, artritis juvenil, celiaquía, diabetes y otras) y trastornos genéticos (síndrome de Down, de Turner, de Williams, de Noonan, etc.); así como también déficit de hormona de crecimiento, infecciones prenatales, desnutrición -un problema creciente en nuestro país- y crecimiento intrauterino deficiente, entre otras patologías.

Debido a la multiplicidad de patologías asociadas a los parámetros de referencia, los controles periódicos son fundamentales porque representan la única forma de tener datos claros y objetivos.

«Durante el primer año de vida, los niños deben medirse y pesarse mensualmente; luego el control es trimestral, y a medida que la edad avanza, en forma semestral. Además de los parámetros de peso, talla y perímetro cefálico, es importante evaluar si se encuentran en la pubertad, y en que estadio», expuso por su parte la doctora Ana Keselman, médica pediatra endocrinóloga, miembro del Servicio de Endocrinología del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez.

«En los primeros años los padres tienen una percepción de los hijos que con el ingreso al jardín o al colegio -y por ende al tener que inevitablemente ‘compararse’ con otros chicos de su edad- puede variar. Es así donde debe actuar el pediatra para realizar la eventual derivación a un endocrinólogo», agregó la doctora Keselman.

No obstante, cuando esta «cadena» no se cumple, se llega a la situación planteada inicialmente en la cual es protagonista el retraso en la consulta. Muchas veces una simple señal como que el niño no cambia de número de zapatillas o de talle de ropa, deberían ser suficientes para motivar una consulta inmediata con el pediatra.

«A mi entender la falta de detección tiene que ver con tres factores. En primer lugar, es bastante frecuente que los padres no lleven a sus hijos al médico pediatra si no padece ningún problema agudo de salud. En segundo lugar, cuando eso ocurre los pediatras atienden la consulta aguda y dedican la visita médica a resolver ese problema y no siempre le destinan el tiempo para controlar la talla del paciente. Por último, si bien en general es el médico pediatra quien realiza la detección del problema de crecimiento, hoy en día la evaluación debe ser efectuada indefectiblemente por un especialista en endocrinología infanto-juvenil, lo cual no siempre es el caso», refirió el doctor Bregada.

Curvas de crecimiento

A fin de contar con un parámetro que permita evaluar la «normalidad», periódica del crecimiento, en cada lugar se elaboran guías que contienen datos representativos de niños de determinada población y edad.

Para ello, muchos países cuentan con la referencia del patrón normal para cada población en particular, datos que están plasmados en las llamadas «tablas de percentilos».

«En el caso de Argentina, las curvas fueron reevaluadas y publicadas en Archivos Argentinos de Pediatría en el año 2008 por el Comité Nacional de Crecimiento y Desarrollo de la Sociedad Argentina de Pediatría, en niños y niñas menores de 5 años», informó la doctora Keselman.

Terapia sustitutiva con hormona de crecimiento

Cuando un niño tiene una alteración hormonal del crecimiento, los signos pueden ser poco aumento de estatura en bebés, niños o adolescentes; rostro de apariencia menor al de otros niños de la misma edad; cuerpo regordete, manos y pies pequeños, y desarrollo muscular insuficiente; bajo nivel de glucosa en la sangre (en bebés y niños pequeños); pene muy pequeño (en recién nacidos varones); retraso en la pubertad; signos clínicos neuro-oftalmológicos tales como alteración de la visión, cefaleas, convulsiones; y otros.

La importancia de detectar precozmente estos signos es grande porque es la única vía para poner en marcha el tratamiento sustitutivo, indicado cuando existen alteraciones en la secreción de hormona de crecimiento.

Fuente: Pro Salud