La editorial de este mes, ante nuevos y constantes intentos de legalizar el aborto nos invita a reflexionar sobre  las noticias de las que debemos ser mensajeros con el fin de que la sociedad entienda que este tema y sus consecuencias están lejos de agotarse en una mera modificación normativa.

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Cada nuevo año que comienza en Argentina pone en consideración si será portador de un nuevo embate en el proceso de legalización del aborto y cuáles serán los desafíos que, como cristianos, deberemos asumir a su respecto.

Pero esa misma recurrencia temática no puede quedar reducida a una suerte de guardia imaginaria, como en El Desierto de los Tártaros, que no hace otra cosa que otear el horizonte a la espera de un ataque cuyo tiempo no habremos de decidir. Mal campo de batalla si los hay.

El abordaje de la cuestión desde el punto de vista legal – ciertamente relevante por el sentido modélico que contiene la ley positiva-  debe necesariamente integrarse al plano testimonial que refiere al número creciente de iniciativas dentro de la Iglesia que tienen por propósito justamente sanar, reparar, redimir a esa desdichada mujer que –por la razón que fuere- comete un acto cuyo recuerdo amargo la acompañará cada día de los que le queden.

Así las cosas, pensamos que –además del enfoque legal- hay muchas noticias de las que debemos ser mensajeros, algunas más sencillas y alegres y otras que no lo son de ninguna manera pero que pueden ayudar a una sociedad cada vez más superficial e impaciente a detener su mirada en nuestro tema, entendiendo que el mismo está lejos de agotarse en si se suprime o modifica un artículo del código penal.

Por ejemplo:

  • Remarcar el daño que se hace la mujer que aborta. El castigo irreparable que se auto-inflige y cuyo recuerdo jamás la abandonará.
  • Los testimonios de las madres que dudaron pero finalmente eligieron la vida y tienen a su hijo consigo.
  • Los testimonios cotidianos de las mujeres que deciden llevar adelante su embarazo no esperado (o, digámoslo con todas las letras, no buscado) para luego dar su hijo en adopción.
  • Los testimonios de los padres adoptivos que decidieron donarse y recibir el don nada menos que de un hijo (un auténtico hijo) gracias a la valiente madre que eligió la vida.
  • Los testimonios dolorosos de quienes en su momento, por falta de apoyo o por cualquier motivo, se privaron de la maternidad y hoy encuentran su redención desde su dolor, ayudando a otras a tomar la decisión que ellas mismas no pudieron.
  • La correlativa falta de testimonios positivos de quienes decidieron interrumpir su embarazo. ¿Cómo es posible que se predique una conducta que no cuenta con defensores en primera persona?
  • Señalar la importancia del entorno familiar (y en especial de la futura abuela materna) en la decisión de llevar adelante el embarazo. Trabajar no solamente sobre la mujer embarazada sino sobre su contexto: Ayudá a tu hija a ser mamá, no la dejes sola, apoyá su embarazo.
  • Relatar con mucha delicadeza la experiencia de los retiros de madres que interrumpieron su embarazo.
  • Difundir las decenas de obras e iniciativas tendientes a dar contención a la madre con embarazo en riesgo.
  • Los testimonios gozoso y orgullosos de los voluntarios que trabajan en estas iniciativas.

 

En fin, sólo unas pocas ideas que bien podrían ponernos a nosotros por delante de un debate que cada día parece más inevitable, en lugar de esperar de brazos cruzados que sea otro el que proponga el día y la hora.