Análisis publicado por el portal del Centro de Bioética, Persona y Familia http://centrodebioetica.org/ sobre el aborto realizado a una adolescente con un embarazo de 23 semanas.

La noticia del aborto realizado a una joven en Argentina con un embarazo muy avanzado de al menos 23 semanas provoca estupor y tristeza. Siempre tenemos que tratar de hacer prevalecer la vida.

Elegir la muerte antes que la vida: En el caso, se podría haber salvado la vida de la madre y de su hijo, quien ya podía ser viable y que eventualmente podía ser dado en adopción si la madre no podía asumir la maternidad. Sin embargo, se eligió el camino de dar muerte al bebé.

Reparos médicos: Además existieron reparos médicos sobre el riesgo para la salud de la niña-madre con un embarazo tan avanzado y el aborto significaba un riesgo para ambas vidas; sin embargo se eligió correr tal riesgo, lo que revela un empecinamiento y desprecio de la vida tanto de la madre como del bebé. Por otra parte, no pocas dudas despierta el método utilizado para un aborto con un embarazo tan avanzado y nos preguntamos por el dolor sufrido por el bebé.

Un niño viable: Se trataba de una niña o un niño de casi 24 semanas y 680 gramos, según afirmó el ministro de Salud bonaerense. Aún países como los Estados Unidos consideran que los abortos tardíos y que suponen quitar la vida del niño viable tienen que ser limitados, como lo prueba el fallo Gonzales v. Carhart del año 2007 de la Corte Suprema de Estados Unidos que supuso la constitucionalidad de una ley que limita el aborto por nacimiento parcial.

Salvar la vida por ley: Incluso en algunos países con ley de aborto, se establece un deber médico de salvar al niño, como ocurre en la ley italiana de aborto que dispone: “Cuando subsiste la posibilidad de vida autónoma del feto, la interrupción del embarazo puede ser practicada sólo en el caso del inciso a del artículo 6 y el médico que realiza la intervención debe adoptar toda medida idónea para salvaguardar la vida del feto” (artículo 7, ley n. 194 del 22 de mayo 1978).

Presión sobre los médicos: Las notas de este caso ponen de manifiesto un clima de presión hacia los médicos, que se ven obligados a abandonar los criterios del arte de curar para tomar decisiones en función de una agenda ideológica que contradice sus principios ético-profesionales.

La violencia invisibilizada: Igualmente hay que señalar que la violación de la joven que provocó el embarazo se produjo en un contexto intrafamiliar, como ha sucedido en la mayoría de los casos que tomaron estado público, lo que genera gran preocupación por las graves consecuencias que la disfuncionalidad de la familia está provocando sobre los niños y especialmente las niñas. El aborto no previene esa violencia. Más aún, el aborto “despenalizado” invisibiliza esa violencia. En efecto, el embarazo deja en evidencia un problema que, en lugar de ser enfrentado y perseguido penalmente, muchas veces es ignorado (o incluso en algunos casos tolerado). El aborto no ayuda a que salga a la luz tal violencia –ni siquiera se exige que haya denuncia penal- y en definitiva refuerza mecanismos de ocultamiento, impunidad y sometimiento.

El aborto nunca es solución y siempre es un nuevo mal que se agrega al drama de la violación. El aborto realizado significa un paso más en un camino que, sobre todo luego del fallo de la Corte Suprema de Justicia de marzo de 2012, avanza hacia una cultura de la muerte.