Esta nueva editorial es el medio para acercar algunos recuerdos y experiencias de lo vivido en el Encuentro Mundial de Familias por parte de miembros del Secretariado que tuvieron la dicha de vivir esta rica experiencia de Familia y de Iglesia.

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NOTA EDITORIAL JUNIO

Tuvimos la dicha de participar del VII Encuentro mundial de la Familia. Espigamos solo algunos recuerdos y experiencias que vivimos en Milán para compartirlos con ustedes.

Experimentamos una imagen muy concreta de la Iglesia, una y universal, en comunión entre nosotros y con nuestros pastores. En un arco iris de diversidades culturales, vivimos la alegría y la belleza de estar unidos tras el Evangelio de la vida y del amor.

Tomamos conciencia de nuestra dignidad y pertenencia a la gran familia de Dios: somos, como familias, Iglesia doméstica, pequeña Iglesia en la carne, comunidad que se ayuda a creer, esperar y amar.

Fue muy fuerte la vivencia de saber que “no estamos solos”, aunque tantas veces “nos sintamos solos” para afrontar las dificultades que nos plantea la vida social: inestabilidad de los vínculos, dificultad para encarnar e irradiar valores hoy puestos en cuestión, trabajo a veces alienante por la mirada utilitaria del mercado –¡o ausencia de trabajo!-, fiesta diluida en mero tiempo de evasión y  dispersión.

Qué bueno fue sabernos espejados en las debilidades y fortalezas de tantas familias que quieren ser fieles a su vocación de cuidar y promover a nuestras pequeñas pero valiosísimas comunidades de vida y de amor.

Se habló con realismo de la familia: ni fugas para atrás, idealizando un modelo familiar tan incontaminado como inexistente; ni fugas hacia el futuro, aceptando la dilución de la familia en el océano de cambios que por el solo hecho de serlos, serían buenos y bienvenidos. Sí estuvo presente la conciencia fuerte de estar ante una realidad fundamental para la vida personal y social que, en el claroscuro del aquí y ahora cultural, tiene un enorme potencial pedagógico.

En esta ocasión queremos aludir a la  muy significativa primera reflexión teológico-pastoral, que tomando la figura de la “casa”-metáfora tan cercana a la realidad vital de personas, que es la familia- nos señaló todo un horizonte de trabajo pastoral. Allí están los cimientos: amor gozoso y sufrido de los esposos, con ese color de comunión querido por Dios; las paredes: el tesoro sagrado de los hijos, “piedras vivas” de la iglesia doméstica; y las tres necesarias habitaciones: las del dolor, el trabajo y la fiesta.

Una última imagen entrañable que nos regaló el Encuentro: la del Papa respondiendo en un coloquio tan cálido como lúcido y realista a los novios, matrimonios y familias que lo interrogaban en sus inquietudes, angustias y esperanzas. Estuvo allí presente el vino de la alegría.

María José y Juan Manuel Ojea

Rita y Héctor Rodriguez

Juana y Felipe Yaryura

Silvia y Miguel Mutti