Cerca de 3.000 personas peregrinaron este domingo 7 de julio al santuario de Nuestra Señora del Rosario de Río Blanco y Paypaya para pedir por las familias de Jujuy y participar de la misa concelebrada por el arzobispo de Salta, monseñor Mario Antonio Cargnello, y el obispo de Jujuy, monseñor César Daniel Fernández.
Monseñor Cargnello, arzobispo metropolitano de la región pastoral Noroeste, concelebró en el altar del templete pequeño del santuario con la sagrada imagen de la Virgen a su lado. Allí, recibió el ofrecimiento de las familias, que consistió en un rosario misionero, símbolo del compromiso con Dios a través de la oración, una imagen de «María de la Dulce Espera» y una bandera con logotipo de la Jornada Mundial de la Juventud Río de Janeiro 2013.

Monseñor Fernández explicó al inicio de la misa que la presencia del arzobispo de Salta se debía a un “pedido especial” del visitante. Al momento de su homilía, monseñor Cargnello repasó las lecturas leídas y agregó que la Iglesia en Jujuy camina con la Virgen hacia el lugar que marca como estrella, señalando el rumbo, invitando a ponerse en la huella y compañía. “Por esto -dijo-, tiene tanta carga el gesto de los peregrinos, de querer peregrinar como familia diocesana y como familias en el Año de la Fe”.

El arzobispo salteño recomendó afianzar la familia con la mirada y la ayuda de María: «No nos cansemos en confiar en el valor de la vida, acogida, mirada, educada, contenida, sostenida en la familia y a la otra imagen que nos da el profeta. Es como un hombre consolado por su madre, así los consolaré yo. El hombre y también la mujer vuelve a su madre, al seno de su hogar”.

Monseñor Cargnello pidió también que los fieles no dejen “de abocarse al amor, creer en el valor de los pequeños gestos que hacen a la vida de familia”, como el saludo a la mañana, la bendición de la noche, la oración en familia y la misa de los domingos.

“No esperemos que la solución venga desde lo espectacular, sino desde la vida intensamente vivida en cada hogar. Al caminar con la Virgen en familia, vemos cómo ella sigue al lado nuestro como testigo de la fe, con el mismo compás de su corazón de madre en cada uno de nosotros. Por eso venimos, le pedimos, la llamamos Virgen del Rosario y es de cada uno de nosotros y es de todos».+