Tenemos la alegría de compartir con ustedes la Editorial escrita por Mons. Andrés Stanovnik OFMCap, Arzobispo de Corrientes y Presidente de la Comisión episcopal de Laicos y Familia

El próximo Encuentro Mundial de las Familias, que se llevará a cabo este año en Milán, tendrá como tema: “La familia: el trabajo y la fiesta”, propuesto por el Santo Padre al finalizar el encuentro mundial anterior en la Ciudad de México. A propósito del tema para este encuentro, el Papa advierte que “El trabajo y la fiesta están íntimamente relacionados con la vida de las familias” al punto de condicionar e influir en las elecciones y relaciones entre sus miembros, con el mundo y la Iglesia. Al mismo tiempo, recuerda que “la Sagrada Escritura (cf. Gn 1-2) nos dice que familia, trabajo y día festivo son dones y bendiciones de Dios para ayudarnos a vivir una existencia plenamente humana”.

En vista de una preparación más provechosa del Encuentro, se brindan diez catequesis preparatorias, que están articuladas en tres grupos, que en secuencia conciernen a la familia, al trabajo y a la fiesta, introducidos por una catequesis sobre el estilo de vida familiar. Estas catequesis son fácilmente accesibles y se pueden descargar en español en la página www.family2012.com/es/evento.php. Allí, además de beneficiarnos con reflexiones profundas sobre los diversos aspectos del tema, se ofrecen esquemas pedagógicamente elaborados, cuya estructura básica contempla tres momentos. El inicio: con un canto y saludo inicial; el desarrollo: lectura de la Palabra de Dios, catequesis bíblica, escucha del Magisterio y preguntas para la pareja de los esposos y para el grupo; y, finalmente: un compromiso para la vida familiar y social, preces espontáneas, Padre Nuestro y canto final.

A modo de ejemplo, veamos algunos aspectos de la catequesis que lleva como título: “El trabajo y la fiesta en la familia”. Desde la perspectiva bíblica se reflexiona sobre los primeros capítulos del Génesis. Allí la Escritura afirma que Dios, luego de crear al varón y a la mujer a su imagen, los bendijo… Ese relato “muestra una estrecha conexión entre el amor conyugal y la actividad laboral: la bendición de Dios, en efecto, concierne a la fecundidad de la pareja y el dominio sobre la tierra. La doble bendición invita a reconocer la bondad de la vida familiar y de la vida laboral. Por tanto, alienta a encontrar la manera de vivir la familia y el trabajo de modo equilibrado y armónico”. En consecuencia, tanto el trabajo como el encuentro festivo y gratuito constituyen un derecho fundamental y un bien indispensable para las personas y sus familias.

En consecuencia, el domingo es mucho más que una ocasión para el descanso de la fatiga, “que hay que llenar con actividades frenéticas o experiencias extravagantes -leemos en la catequesis mencionada-, sino como el día del descanso que abre al encuentro, permite descubrir al otro y da lugar a dedicar tiempo a las relaciones en familia y con los amigos, y a la oración.” Y a continuación, citando la exhortación Sacramentum caritatis, se dice que “es particularmente urgente en nuestro tiempo recordar que el día del Señor es también el día de descanso del trabajo. Esperamos con gran interés que la sociedad civil lo reconozca también así (…) En el día consagrado a Dios es donde el hombre comprende el sentido de su vida y también de la actividad laboral”.

El Año de la Fe, que comenzará dentro de unos meses, deberá ayudarnos a revitalizar la fe y, a partir de ella, profundizar la belleza de la familia y la auténtica dignidad de esta institución primaria para la sociedad y tan vital para la Iglesia. Es precisamente el don de la fe, el que nos hace “vivir según el domingo” –feliz expresión de san Ignacio de Antioquía–, que ilumina no sólo la dimensión gratuita y trascendente que nos ofrece el Día del Señor, sino que, desde esa claridad adquiere sentido y brilla el trabajo y las actividades de la vida cotidiana, conscientes de que la realidad vista con los ojos de Dios siempre invita a la esperanza, porque “sólo quien reconoce a Dios, conoce la realidad y puede responder a ella de modo adecuado y realmente humano” (Benedicto XVI, Discurso Inaugural, Aparecida, 13 de mayo de 2007).