(Fuente: Diario Cuyo) Un informe del organismo específico de las Naciones Unidas (Unfpa), revela que ahora cada argentina tiene, en promedio, 2,4 hijos, la tasa de maternidad más baja de la historia. En 1895 cada mujer tenía, en promedio, 7 hijos; años más tarde, en 1914, esa cifra disminuyó a 5,3, y en la década del «50 rondaba los 3,2 hijos por mujer. Más cerca, en la década del «90, ese número descendía a 2,8 hijos por madre.

La disminución en los nacimientos, unida a la extensión de la esperanza de vida, está originando una pirámide poblacional con una base cada vez más estrecha y más ancha en la cúspide. En la ciudad de Buenos Aires, la tasa es aún inferior: 1,9 hijos por mujer. Los datos del estudio de población revelan que el 39% de las mujeres de hogares no pobres no tiene hijos, y entre quienes son madres, el 84% tiene de uno a tres hijos, y sólo el 16% más de cuatro. La reducción del número de niños y de parejas casadas producirá en el país un impacto significativo en el crecimiento económico y en la sostenibilidad de las políticas asistenciales y de seguridad social.

Por su parte el «Social Trends Institute», un organismo de investigación con sede en Barcelona y en Nueva York, dice que la prosperidad de las economías aumentará o se reducirá según lo que suceda con las familias. Existen a nivel mundial dos grandes tendencias que preocupan. La primera: la población anciana y dependiente está sufriendo un aumento brusco, mientras que a la vez, la población productiva en edad laboral está estancada o disminuye en muchos países desarrollados o emergentes. La segunda: el número de niños que crece en el ámbito de las familias de progenitores casados se está reduciendo fuertemente. En más de 75 países, la tasa de fertilidad está ahora por debajo del nivel de sustitución, 2,1 niños por mujer, que es necesario para mantener estable el nivel demográfico.

En definitiva, se trata, como insisten los demógrafos, en favorecer que las mujeres tengan hijos más jóvenes. Para ello es necesario invertir la actual sensibilidad de algunos sectores, muy ideologizados y politizados, que no cesan de bombardear la opinión pública en contra del aumento de la natalidad y a favor del aborto. Todos deberíamos ser más conscientes de que tal postura, más allá de consideraciones éticas, es un atentado contra el estado de bienestar.